La Unión Europea dio marcha atrás y permitirá vender autos a combustión más allá de 2035

Tras una fuerte presión de la industria automotriz y de gobiernos clave como Alemania e Italia, la Comisión Europea aceptó flexibilizar la prohibición de los motores térmicos. Buscan evitar una crisis social y laboral ante la caída de ventas de autos eléctricos y las pérdidas millonarias del sector.

La industria automotriz europea logró una victoria histórica frente a la Unión Europea. La Comisión Europea presentó un plan para levantar la prohibición total de la venta de vehículos con motor de combustión interna a partir de 2035, una decisión que había encendido alarmas económicas y sociales en el continente por su impacto directo en el empleo y en la sustentabilidad financiera de los fabricantes.

Aunque la medida aún debe ser aprobada por los gobiernos nacionales y por el Parlamento Europeo, el 16 de diciembre de 2025 quedó marcado como un punto de inflexión en la política automotriz del bloque. Según informó la agencia Reuters, la Comisión Europea cedió ante la presión del sector automotor, que desde hacía más de dos años advertía que el plan original era inviable sin un fuerte esquema de subsidios estatales.

La iniciativa había sido impulsada por la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) y acompañada con especial énfasis por Alemania e Italia, dos potencias industriales que cuestionaron reiteradamente una normativa que, a su entender, imponía objetivos ambientales desconectados de la realidad productiva y del mercado.

El plan original establecía que desde 2035 no podrían producirse ni venderse automóviles con motores de combustión interna en la Unión Europea. Para destrabar la aprobación de esa propuesta, Alemania había exigido una excepción para los motores térmicos que funcionaran con combustibles sintéticos. Ante la negativa alemana a acompañar la normativa sin esa cláusula, la Comisión Europea aceptó modificar el esquema.

Sin embargo, más allá del debate técnico, el problema de fondo se profundizó con el paso del tiempo. La política de reducción progresiva de emisiones contaminantes —que fija límites cada vez más estrictos al CO₂ promedio de las flotas— comenzó a generar un fuerte impacto económico. Las automotrices se vieron obligadas a reducir la producción de vehículos a combustión, que siguen siendo los más demandados, y a aumentar la oferta de autos híbridos y eléctricos, cuya demanda resultó muy inferior a lo esperado.

La consecuencia fue directa: caída de ventas, balances comprometidos y sucesivos recortes de personal en plantas de distintas marcas europeas. El escenario dejó al descubierto que el modelo sólo era sostenible con subsidios estatales para incentivar la compra de autos eléctricos, cuyos precios siguen siendo inaccesibles para gran parte de la población.

Ese dilema trasladó la crisis al plano político. Los gobiernos debían optar entre sostener con fondos públicos a la industria para evitar una crisis social por miles de despidos, o mantener una política ambiental cuyo costo económico y laboral empezaba a superar sus beneficios inmediatos.

La nueva propuesta de la Comisión Europea implica un cambio sustancial. En lugar de exigir una reducción del 100% de las emisiones de CO₂ a partir de 2035, el objetivo pasará a ser del 90% respecto a los niveles de 2021. El 10% restante deberá compensarse mediante la producción de vehículos con acero de bajo contenido de carbono fabricado en la UE y el uso de combustibles sintéticos o biocombustibles no alimentarios, como residuos agrícolas o aceites usados.

Además, el plan establece un período de transición entre 2030 y 2032, durante el cual los fabricantes deberán reducir las emisiones de CO₂ en un 55% respecto a 2021. En el caso de las furgonetas, el objetivo de reducción para 2030 se ajustará del 50% al 40%, otorgando mayor margen a las empresas para adaptarse.

Mientras la industria celebra la decisión como un salvavidas, los movimientos ecologistas reaccionaron con dureza y ya califican el cambio como una “victoria trágica” de la industria tradicional frente a la transición hacia los vehículos eléctricos. La discusión, lejos de cerrarse, abre ahora una nueva etapa de disputa política y ambiental en el corazón de Europa.

Fuente: MisionesOnline

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