La historia de la joven que fue secuestrada durante meses por el asesino de sus padres y logró escapar

En 2018, la búsqueda de Jayme Closs, de 13 años, se conoció a nivel nacional en Estados Unidos y fue uno de los más seguidos por la prensa. El caso dio un giro cuando pudo huir de su captor y denunciarlo.
En una madrugada de octubre de 2018, la policía de Barron, un pueblo de 3000 habitantes de Wisconsin, ingresó a la casa de la familia Closs y encontró una escena devastadora: un hombre y una mujer habían sido brutalmente asesinados a tiros mientras que su única hija desapareció sin dejar rastro.
Durante semanas, la investigación avanzó sin respuestas hasta que casi tres meses después, ocurrió algo impensado: la adolescente de 13 años –Jayme Closs– logró escapar de su secuestrador y revelar la verdad detrás de una de las desapariciones más seguidas de los últimos años en Estados Unidos.
La noche del ataque
El 15 de octubre de 2018, alrededor de la 1 de la mañana, un hombre enmascarado se estacionó frente a la casa de la familia Closs, tomó una escopeta e ingresó a la propiedad por la fuerza. Desde la entrada, mató de un disparo a James, el padre, mientras que obligó a Denise, la madre, a encerrarse con su hija en el baño y a atarla con cinta adhesiva. Luego de ello, el sospechoso asesinó a tiros a la mujer.
Jayme, que en ese momento solo tenía 13 años, quedó sola, inmovilizada y en shock. Segundos después, el agresor la arrastró hasta su auto y la llevó lejos del pueblo en donde vivía.
La escena del crimen causó conmoción así como también misterio. La policía recibió cientos de pistas y la alerta se expandió rápidamente a nivel nacional. Durante semanas, la foto de Jayme estuvo en carteles, noticieros y redes sociales.

El secuestro
Todo comenzó cuando una mañana de octubre de 2018, un joven de 21 años llamado Jake Thomas Patterson vio de camino al trabajo a una adolescente de pelo rojizo y ojos verdes que se bajó de un micro escolar. Allí, comenzó una obsesión que lo llevaría a cometer el peor de los crímenes.
A partir de ese momento, Patterson comenzó a desarrollar un plan macabro. En primer lugar, le robó una escopeta de calibre 12 a su padre y media docena de cartuchos, luego compró guantes y un pasamontañas para pasar desapercibido. Además, se afeitó la cara y la cabeza, para evitar ser reconocido y no dejar pistas en la escena.

El joven de 21 años trató dos veces llevar a cabo su plan, antes de secuestrar a la adolescente. En el tercer intento, logró conducir hasta una cabaña ubicada en Gordon, un pueblo que estaba a unos 100 kilómetros de la casa de los Closs. La propiedad estaba en una zona boscosa, aislada y sin vecinos cercanos, lo que facilitó el ocultamiento de la menor.
Durante los tres meses que Jayme estuvo en cautiverio, el secuestrador tomó medidas extremas para mantenerla escondida. Según el testimonio de la víctima, cuando tenía visitas o salía de la casa, la obligaba a esconderse debajo de una cama, que estaba bloqueada con cajas pesadas y objetos para que no pudiera escapar. Además, le prohibía hacer ruido, la controlaba constantemente y la manipulaba con amenazas de que si intentaba huir, sufriría las consecuencias.
El aislamiento fue casi absoluto, ya que Jayme no tenía acceso a teléfonos, televisión ni contacto con el exterior. Por este motivo, no se enteró del operativo de búsqueda nacional que las autoridades estaban llevando adelante por ella.
Por su parte, Patterson llevaba una vida aparentemente normal, al punto de que algunos vecinos aseguraron haberlo visto en actividades cotidianas sin sospechar lo que estaba ocurriendo.

La fuga
El 10 de enero de 2019, después de casi tres meses, Jayme encontró la oportunidad para recuperar su libertad. Patterson había salido de la cabaña y la dejó sola por un tiempo, por lo que aprovechó ese momento para escapar. Recorrió varias cuadras a pie y se cruzó con una mujer llamada Jeanne Nutter que paseaba a su perro durante la tarde. Desesperada, le pidió ayuda y le contó que había sido secuestrada.
Nutter la llevó a la casa de una vecina, donde llamaron de inmediato al 911. “Soy Jayme Closs”, dijo la adolescente a la policía cuando llegó. El dato no pasó desapercibido: era la menor cuya desaparición había sido seguida por todo el país durante meses.
Pocos minutos después, los agentes localizaron a Patterson, que circulaba en su auto en busca de la joven, y fue detenido sin oponer resistencia.

Al momento del crimen, Patterson vivía solo y no tenía antecedentes penales. La investigación reveló que había trabajado brevemente en una fábrica de envasado de carne en Barron, el mismo lugar donde trabajaba James Closs, aunque nunca llegaron a conocerse.
Según las declaraciones posteriores, su ataque no fue motivado por venganza ni por un vínculo con la familia, sino por un impulso obsesivo hacia Jayme. Los fiscales que investigaron el caso describieron el crimen como “premeditado, cuidadosamente planeado y ejecutado con una frialdad impactante”.
En marzo de 2019, Patterson se declaró culpable de dos cargos de homicidio intencional en primer grado y uno de secuestro. Al hacerlo, evitó un juicio y un proceso aún más largo para la familia de Jayme.
Durante la audiencia, el joven admitió haber planeado el ataque y detalló cómo había seguido a la familia antes del crimen. En mayo de ese mismo año, un juez lo condenó a dos cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional, más 40 años adicionales por el secuestro.
Si bien Jayme no estuvo presente en el proceso judicial, envió una declaración escrita que fue leída por el abogado que representó a la familia. En ella dijo: “Me quitó muchas cosas que me importaban. Me quitó a mis padres y a mi casa. Pero no me quitó mi libertad. Nunca más podrá lastimarme”.
Fuente: TN